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Testimonios

Este sueño de África nació en una conversación con nuestros amigos Víctor y Sandra, donde hablamos sobre misiones y las diferentes acciones que se pueden realizar. La visión nos llevaba a Guinea Ecuatorial, y comenzamos a gestionar todos los trámites necesarios para poder viajar y formar un equipo de trabajo. Sin embargo, Dios tiene el control de todo; Él cerró todas las puertas para ingresar a Guinea Ecuatorial y abrió una en Kenia. En 2013, realicé mi primer viaje a ese país, y con el tiempo, como Dios hace las cosas de manera maravillosa, se nos dio la oportunidad de comprar un terreno de 3 hectáreas en 2014, lo que marcó el inicio de la preparación y el cierre del terreno para su desarrollo. Tuve la oportunidad de realizar varios viajes hasta 2017. Cada regreso era agridulce, pues al dejar ese lugar, mi corazón se entristecía por lo vivido y compartido. Sin embargo, siempre regresaba con la sonrisa de los pequeños, con sus rostros llenos de alegría y esperanza. A pesar de las grandes necesidades, Dios siempre nos proveía los recursos, permitiéndonos aportar un granito de arena para aliviar algunas carencias. A la fecha, se ha construido un módulo y se avanza con el trabajo que realizan las mujeres de la comunidad en la siembra y cosecha de vegetales, lo que les proporciona un ingreso que les permite cubrir los gastos de educación de sus hijos. Es impresionante cómo este sueño ha sido, sin duda, una obra del Señor. A pesar de las adversidades, hemos sido testigos de milagros tras milagros. Actualmente, contamos con un pozo de agua, símbolo de la fidelidad y misericordia de Dios en este hermoso proyecto. Aunque no he podido regresar, mi corazón anhela volver a caminar por esas tierras rojizas y contagiarme de la alegría de la gente que siempre te reciben con mucha hospitalidad, sigo apoyando con entusiasmo el trabajo que se realiza en el terreno.

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Luis Torres Morales

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Jeannette Ramírez Díaz

En el año 2012, mientras compartíamos con nuestros amigos Víctor y Sandra, Dios nos llamó a embarcarnos en una extraordinaria aventura. Esta jornada ha estado llena de amor, entrega, compromiso y trabajo arduo. Sin embargo, lo que hemos recibido a cambio en estos doce años ha sido la manifestación de la mano de Dios, sus milagros y proezas. Todo esto ha inundado nuestro corazón y nuestra vida de amor, alegría, gratitud y la satisfacción de estar cumpliendo con la voluntad del Señor. Después de meses de preparación, en Enero de 2013, un equipo de 13 personas, que incluía a mi familia y a mí, viajó a Kenia, específicamente a Nairobi-Kibera. Al aterrizar y bajar del avión, después de tantas horas de viaje, me vi envuelta en el color característico de esta tierra, en su gente, olores, sabores, cantos, bailes y una alegría que conquista y atrapa al instante. La sencillez de la vida cotidiana me cautivó profundamente. Durante ese mes, trabajamos en Kibera, un asentamiento informal en los suburbios de Nairobi y la mayor barriada pobre del país, con más de un millón de habitantes. En ese lugar, donde Dios nos envió a servir, mi perspectiva de la vida cambió radicalmente. Observar a los niños sentados al lado de acequias llenas de basura y excrementos, mientras disfrutan de un dulce y regalan una gran sonrisa, me hizo darme cuenta de la desesperanza y tristeza que reflejan sus miradas. Allí pude ver no solo la pobreza material, sino también la pobreza espiritual que los rodea. La sensación de estar en un lugar donde el olor a pobreza se mezcla con la calidez humana fue abrumadora, pero también inspiradora. Los rostros de los niños, llenos de alegría a pesar de las dificultades, me mostraron que la vida puede ser simple y que cada día trae nuevas oportunidades para aprender y compartir. Hasta la fecha, he realizado cuatro viajes en los que he entregado herramientas a mujeres y niños, con el propósito de transformar sus vidas y hacer posible el cambio. Esta labor es una obra de Dios, y me llena de alegría observar cómo nuestras amadas y valiosas mujeres se empoderan cada vez más para brindar educación a sus hijos. A través de cantos, bailes y sabores, me involucré profundamente con su cultura y comunidad. Cada canción y cada movimiento en sus bailes tradicionales me enseñaron que, pese a las adversidades, la comunidad con la cual trabajamos hoy en día, se sostiene con esperanza y alegría. La sencillez de sus vidas y su filosofía de vivir un día a la vez me conmovieron y me recordaron el valor de valorar lo que realmente importa. Mi experiencia viajando a Kenia para trabajar con niños en el asentamiento de Kibera y con las mujeres y sus hijos ha sido, sin duda, una de las más emocionantes y profundas de mi vida. Desde el momento en que puse un pie en ese lugar, fui consciente de una mezcla intensa de emociones: la pobreza que se respira en el aire, la desesperanza que brilla en los ojos de los niños, la falta de oportunidades y el deseo de hacer una diferencia real en sus vidas, que ha despertado en mi corazón un fuerte compromiso por contribuir a su bienestar. Trabajar con ellos me ha permitido entender que, más allá de la pobreza material, lo que más necesitan es amor, dignidad y respeto. La experiencia me transformó, enseñándome que la solidaridad y la empatía pueden construir puentes y que, en medio de la desesperanza, siempre hay lugar para la esperanza y la alegría. Tras cada regreso a mi país, lo hago con el corazón lleno de gratitud y una visión más clara de la importancia de valorar cada instante. He aprendido de comunidades que, a pesar de las dificultades, viven con una fuerza y una alegría que inspiran profundamente. Sin duda, esta tierra y su gente me han enseñado que la vida, en su esencia más pura, es un regalo que Dios nos otorga para disfrutar un día a la vez. Estoy tremendamente agradecida por formar parte de esta visión divina, que puedo llevar adelante a través de la ONG Patagonia Compassion.

Viajar a Kenia a la temprana edad de 14 años transformó por completo mi visión del mundo. Fue una experiencia que me permitió ver, tocar, oler y sentir las necesidades de otros, lo que me ayudó a comprender los privilegios que poseo simplemente por haber nacido en un país diferente. Esta vivencia me hizo aún más agradecida por mis comodidades. Trabajar con personas maravillosas, llenas de amor y dedicación, me inspiró a decidir sobre mi futuro y me motivó a convertirme en médica. Mi deseo es regresar algún día a aquel lugar que tanto me enseñó. No puedo más que expresar mi gratitud por la increíble experiencia que significó viajar con la ONG Patagonia Compassion, así como por la admiración que siento hacia el trabajo que realizan con las mujeres y niños de la comunidad.

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Melissa Torres Ramírez

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Brayan Otieno (Kenya)

My Name is Brayan Otieno from Kenya, I was born in western part of Kenya but mostly grew up in the slums of kibera Nairobi, Life had its own challenges but the Lord had great plans for my Life that one day he sent Angels all the way from south America Chile, They picked me up from the street and washed me took me back to school gave me home and most importantly they showed me the Love of Jesus Christ, When I finished both my primary and secondary school, I joined college and did social worker and community development while still under the people of Patagonia compassion, I managed to pass my exams and worked as an intern in Patagonia compassion, Few months later the call of God was so deep in my heart that I had to join ywam work as a missionary until now and this year the Lord has blessed me with a beautiful marriage that happened on 12th April 2025, Now I am working with children, youths and school ministry as I am also planning to start my own foundation that will empower the youths and those who have lost hope to come into their true identity as I have found Mine.

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